Hay un abogado en Oviedo que, siempre que efectúa sus conclusiones orales, comienza por una fórmula ritual:
“Señoría: juzgar es formar convicción; y para formar su convicción yo debo seducirle.”
Huelga decir que, a la segunda o tercera vez, le rogué fuere de micrófono que cambiara el verbo, pues me tenía que pellizcar para evitar la risa.
Pero, con una fórmula u otra, en el escenario de la sala de vistas cada uno tiene su papel y el del juez es evitar que en el casting le adjudiquen el de Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer en “Las Amistades Peligrosas”, Dangerous liaisons): seducida y engañada.
Lo analizamos en esta nueva entrada del blog Affectio societatis